sábado, 21 de julio de 2007

La tristeza no tiene fin

Corría abril de 2001, antes de que todo el país se hundiera definitivamente en la Crisis. Por entonces -lejos de pensar en hacer humor gráfico- escribía las entrevistas de Disimétrico, un pasquín que hacíamos con mucho entusiasmo jóvenes estudiantes de Comunicación de la UBA y TEA. El género me parecía interesante, pues permitía conocer a fondo a un personaje.

Un día, me propuse entrevistar a Fontanarrosa, un tipo de la cultura popular; literatura y humor confluían en él. El Negro me atendió el teléfono desde su estudio en Rosario y accedió gentilmente a mi solicitud. "Llamame cuando vaya para allá, dentro de unos días, para la Feria del Libro y combinamos". Y así fue. Seis años después, tal vez sean otras las preguntas. Tal vez me gustaría entrevistar al Barba y caer en el lugar común de cuestionarle por qué gente tan buena y talentosa muere demasiado pronto.

Todos coinciden en destacar su humildad: otro, seguramente mucho menos importante que el Negro, hubiera filtrado al proyecto de periodista a través de una solícita secretaria que diría que "lamentablemente no puede, está cerrando la agenda del año que viene" o mentirillas por el estilo. Pero el Negro sí podía, supo captar cuán importante era para el joven estudiante entrevistar a Fontanarrosa.

Recibió homenajes por doquier. Qué agregar a todo lo que ya se sabe. Dejó una prolífica obra: personajes de historieta como Boogie el Aceitoso e Inodoro Pereyra; libros y novelas que son verdaderos frescos de la calle y su gente. Sus viñetas de Clarín, nos brindaron durante más de treinta años otra mirada sobre lo que denominamos "realidad" -algo no objetivo- o al menos, una posibilidad de entender algo de ella. Sus chistes eran de lo más educativo.

Se fue un ídolo popular. Se fue un genio del humor gráfico, el "papá" de muchos de nosotros y, a la vez, un buen tipo que le regaló miles de risas, reflexiones e historias a los argentinos. Chau, Negro, te guardaré en mi corazón. Hoy con una lágrima. Mañana, cuando relea tus chistes y tus cuentos, con una sonrisa.

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